Qué difícil es encontrar espacios en los que el centro sea el diálogo más allá de las ficticias fronteras que separan el mundo en pedazos. El Hay Festival, entre sus múltiples sedes y los muchos tentáculos temáticos que despliega cada año, es precisamente eso. Para mí, sentarme a dialogar con escritoras cuya historia vital, intereses, e incluso medios, son tan distintos a los míos, es una experiencia tremendamente enriquecedora en muchos niveles. Las obras centrales de la charla que tendríamos eran El parisino de Isabella Hammad y Dios fulmine a la que escriba sobre mí, mi más reciente libro. Ya desde el título se nota el contraste. Cuando leí por primera vez a Isabella, me pregunté de qué podríamos hablar ella y yo, ya que nuestras poéticas son tan distintas. Y ese "de qué" era una pregunta real, no un descarte. Cuando dos obras o poéticas se parecen, es fácil pensar por dónde hilvanarlas. En cambio, con dos escrituras tan distintas, hace falta más imaginación. Y nada me emociona más que las misiones imbricadas que demandan descubrir, primero que nada, la pregunta correcta que sirva de llave para siquiera atisbar qué hay adentro. Y con la sagaz ayuda de Daniel García Marco, periodista en toda regla, esa puerta se abrió y el encuentro superó mis expectativas. Porque tener un espacio en el que se hable de escribir desde el yo vs. escribir desde el personaje solo lleva a concluir que en el yo hay un personaje y en el personaje hay un yo. Y hablar de la novela histórica que tiene que recrear un mundo entero, con su fastuosidad y sus miserias y sus viajes geográficos, invita a pensar cuánto de creación de mundo hay en una obra íntima. Estos encuentro, lejos de sentirse arbitrario, nos llevó a hablar de los mitos familiares, de la muerte y eterna vida de la ficción, de los límites de lo que se puede narrar. De cuánto de política y disrupción hay en las historias más cercanas, incluso las que parecen geográficamente distantes. De la creación desde la diferencia. Y a hacerlo en dos idiomas distintos, en rotación permanente. Me quedo también con mucha admiración hacia Isabella y su escritura. Voy cerrando y me da pena releer y descubrirme un poco cursi, un poco como anuncio de la UNESCO o qué sé yo, pero de verdad creo que vale muchísimo la pena ensalzar espacios efímeros como el que el Hay Festival posibilitó este año.