La meditación es una práctica de estar despierto

Si imaginamos la meditación como encender una velita, practicarla en grupo es lograr un fuego con muchas velas que iluminan a la vez un mismo lugar. Quienes asistimos a la charla de Kankyo Tannier con Irma Gallo, pudimos vivir esta experiencia durante cinco minutos en los que la budista Zen fue guiando a todo el auditorio de la Cineteca Rosalío Solano para poner en práctica lo que ella —parafraseando a Pablo Neruda— llama Soledad luminosa, un momento en el que estamos contentos y profundamente tranquilos con nosotros mismos para encontrarnos con los demás.

Ante la atinada pregunta de Irma Gallo sobre si el budismo es para todo el mundo, Tannier explicó que es un cuestionamiento complejo y contó que Buda, luego de explicar su doctrina, dijo: "No me crean, experiméntenla". El budismo “le da a los seres humanos el completo control de su vida, no les dice qué hacer. Es la libertad individual de avanzar en el camino”, explicó. “Pero siempre con un alto grado de responsabilidad hacia los demás”, complementó Gallo.

Existe una idea sobre la meditación, el budismo Zen y su supuesta negación del mundo moderno que nos hace imaginar a una monja budista como una persona excéntrica y alejada de las prácticas digitales, renegando del mundo o rezando por él. Pero, si bien Tannier vive en un monasterio budista en su natal Francia bajo “una vida muy reglamentada”, su rutina está muy alejada de esa caricatura que nos podemos crear. Su día comienza muy temprano con meditación, un desayuno en el que no puede faltar el café —confesó su adicción no sin cierto grado de pudor— y después de eso, mientras sus compañeras y compañeros se reparten las tareas de la cocina o el jardín, a ella le corresponde atender el sitio web y la página de Facebook del templo. Dedican un tiempo a actividades comunitarias y a ella le queda tiempo para escribir. “Yo tengo una fe enorme en la lectura. En mi vida he encontrado muchas respuestas en los libros. Es por eso que escribo”, sentenció.