Voto latino

En las próximas elecciones presidenciales de los Estados Unidos se juega la credibilidad del que en su momento fuera considerado el ejemplo por antonomasia de un régimen democrático. Es cierto que desde sus orígenes la democracia estadounidense ha estado al servicio de la burguesía, no sólo oprimiendo a las mujeres, a los negros, a los latinos y recientemente a la clase obrera blanca, sino enfrentándolos entre sí, impidiéndoles formar un bloque opositor capaz de enarbolar sus intereses en tanto miembros de la clase dominada. Y también lo es que desde hace décadas el poder político en ese país, como en la mayoría de los países occidentales, está por completo al servicio del poder económico, al grado de hacer presidente a un magnate como Donald Trump. La elección en puerta, sin embargo, plantea justamente la posibilidad de derrocar por la vía legal y legítima a un presidente que desde la campaña electoral que lo llevó al poder se ha dedicado a denostar y atacar al que, por su origen, su cultura y su lengua, es hoy el segundo mayor bloque de votantes, después de los blancos: los latinos.

La pregunta es, según lo discutido por las periodistas Liliet Heredero, María Hinojosa, Patricia Sulbarán y Gerarrdo Lissardy, si esos treinta y dos millones de votos potenciales podrán inclinar la balanza, tomando en cuenta que, por increíble que parezca, un 25% de los electores latinos podría optar por reelegir a Trump, porcentaje menor incluso que el que votó por él en la pasada elección (28%). Y es que además de que siempre ha habido voto latino para los republicanos —44% del mismo llevó en su momento a George W. Bush al poder, según lo dicho por Lissardy—, y de que muchos latinos ven a sus propios paisanos como competidores potenciales y apoyan por tanto una política migratoria de mano dura, una buena franja de ese electorado es muy joven, desconoce los procesos y carece de cultura electoral, todo lo cual hace imposible saber si en efecto los latinos tendrán el poder de derrocar a un presidente que los ha hecho visibles sólo como el gran enemigo.

Si en un contexto de deportaciones masivas, de niños migrantes enjaulados, de familias divididas, de desigualdad pandémica y de importantes protestas raciales y feministas la comunidad latina es incapaz de hacer valer su fuerza, dejará pasar una oportunidad inmejorable de afirmarse como parte integral de un país fundado por migrantes, en algunas de cuyas regiones se hablaba español incluso antes de su fundación. Y si bien la democracia estadounidense es hoy una caricatura, lo mismo que su presidente un payaso, sin el voto latino, como afirmó María Hinojosa, simplemente no existe.