Las malas, una gran ficción de Camila Sosa Villada

En la novela Las malas (Tusquets, 2019), Camila Sosa Villada (Argentina) retrata la vida que llevan muchas mujeres transexuales y travestis tanto en Argentina como en el mundo entero. En conversación con Claudia Ivonne Hernández, la autora cuenta que antes de escribir esta obra, ella trabajaba en radio, hacía teatro y cantaba en algunos bares. Escribía todo el tiempo, pero, después de lanzar su libro, el dinero le ayudó a no preocuparse por llegar a fin de mes. Para ella, ha sido una oportunidad de vida para descansar de la incertidumbre económica y muchos años de pobreza, que no fueron sólo suyos, sino también de sus padres y de sus abuelos.

“Es una oportunidad para suturar las heridas que deja no tener pan en la mesa”, comentó. Aunque asegura que es “una gran ficción”, la autora toca temas reales que ocurren en los trabajos nocturnos. Comenta que las travestis son confinadas a estar durante el día en sus casas. Es al llegar la noche cuando se da la apertura para poner su cuerpo al servicio de los deseos masculinos sin ningún tipo de justicia. Entonces las crueldades se triplican y el intentar mantenerse despiertas lleva a ciertas conductas que tienen un alto costo en la salud y en la integridad personal. Por ejemplo, Sosa Villada considera que está hecha de delitos, pues les mentía a sus padres, se escapaba por la ventana de la cocina para pasear por el pueblo vestida como mujer, robaba ropa de sus amigas o sus tías, se prostituía y robaba a sus clientes cuando dormían.

En la actualidad, la autora se gusta mucho a sí misma. Se siente un producto del lenguaje, una obra de arte, pues está transformando en relato una historia de abuso y crueldad. “Mi papá me enseñaba a leer y escribir a los cinco años, me sentaba en su falda y me enseñaba letra por letra, mi nombre, su nombre, el de mi madre. Ella ponía una Biblia y asociaba la letra al sonido. Todo eso se asentó sobre el cuerpo de una escritora, en el cuerpo de un niño que empezó a ver que ese mundo pedía ser escrito, que alguien contara qué tan salvaje, qué tan peligroso era para una familia vivir en un paisaje como ese”.Aunque el arte siempre fue un gran soporte, la salvación de ese mundo peligroso vino de las personas, los amigos, las amigas que conseguían qué comer, que le prestaron dinero,que estuvieron en momentos difíciles y violentos, aquellos que brindaron un abrazo cuando todo parecía desesperanzador. Todas ellas están representadas en los personajes de la novela.Como mujer transexual de treinta y ocho años, Sosa Villada se califica a sí misma como un milagro, pues en Latinoamérica los integrantes de la comunidad trans tienen un promedio de vida de treinta y cinco años. Todos los días se llora la muerte de una chica muy joven a manos de un asesino.


“Cuando era joven no tenía conciencia de que esa era la realidad. Cada día se vive como si fuera el último, sin discreción, sin cuidados… El ser travesti no es sólo ponerse la falda o los pechos; es una traición en contra de los padres, del patriarcado y del capitalismo. Soy travesti hecha desde la absoluta intuición, desde la ignorancia, no tenía la menor idea de que estaba siendo un sujeto político… Ya lo saben, saben que se ejecutan esas matanzas, basta con mirarnos, que nos miren, que nos presten atención. Se van a dar cuenta de que es un genocidio orquestado por los Estados, por la policía, por la política, es un genocidio que pasa todos los días y se niegan a aceptarlo. Dicen: somos inclusivos, somos mejores.Yo digo: no, somos mejores las travestis que dijimos basta. Nos pueden prohibir la entrada, pueden matarnos, pero me da la sensación de que la ficción es como se recibe esta verdad, es la verdad de una matanza”.