Las suplicantes

«¡Oh anciana, te lo suplico por mi vieja boca y cayendo a tus rodillas! Rescata a mis hijos, que yacen muertos y están abandonados sus cadáveres para pasto de los animales salvajes de las montañas». «¡Mira mis míseras lágrimas bajo los párpados de mis ojos y las señales rugosas de mis manos en mis viejas carnes! ¿Qué voy á hacer, en efecto, yo, que no he expuesto en mis moradas a mis hijos muertos y que no veo la cima de sus tumbas». «Participa ahora del dolor por el que gimo, tan desventurada a causa de los muertos que parí. Persuade a tu hijo, a quien suplicamos, para que vaya al Ismeno y ponga en mis desdichadas manos los cuerpos insepultos de esos hijos muertos». Son estas algunas de las súplicas que las madres argivas hacen a Etra, la madre de Teseo, para que interceda ante su hijo, de modo que éste pueda ayudarlas a recuperar los cuerpos de sus hijos muertos, caídos en la batalla contra los tebanos, motivo central de Las suplicantes, la tragedia de Eurípides.

Súplicas que han atravesado los siglos y la geografía y que hoy en México suenan cada vez con mayor fuerza, generando un fuerte eco en la sociedad, no así en las instituciones. Más de cuarenta mil madres que, a diferencia de las que aparecen en la historia de Eurípides, desconocen el paradero de sus hijos, si viven o mueren, y que, frente a un dolor inexpresable, se han organizado y han salido a las calles a buscarlos, lanzando gritos de auxilio a todos aquellos que las quieran escuchar. Y es que esa es la otra gran diferencia que las separa de las suplicantes antiguas. Si estas últimas extienden su plegaria a la madre de un rey para que éste las auxilie, las actuales lo hacen ante un Estado inoperante, cuyas instituciones no sólo les han dado una respuesta prácticamente nula sino que, se presume, están involucradas de manera directa en la mayoría de los casos.

Esta tragedia mexicana es retratada en Sin tregua, documental dirigido por Diego Rabasa, en el que se recogen los crudos testimonios de estas nuevas suplicantes, que a la fecha se han organizado en más de sesenta y cinco colectivos dispersos en al menos veinte estados de la república, y que por el simple hecho de querer encontrar a sus seres queridos, han sido, además de todo, víctimas de intimidaciones, hostigamientos y extorsiones. Ante un drama humanitario del tal magnitud, y ante la inexistencia de un personaje como Teseo, capaz de compenetrarse con el dolor de esas madres y ayudarlas a encontrar la paz, es claro que la única vía es la solidaridad, la unión de las suplicantes y de la sociedad con ellas, de manera que su súplica pueda ser magnificada y escuchada en todo el orbe, y se convierta en un grito universal de resistencia.