La Beca Michael Jacobs y un viaje volcánico

Hace un año, desde Cartagena de Indias llegaba una noticia feliz. Mi proyecto para contar la amorosa y suicida relación de los nicaragüenses con sus volcanes había ganado la Beca Michael Jacobs de Crónica Viajera 2018.

Yo intentaba huir del cliché. Quería escribir sobre Nicaragua, país al que me había mudado hacía casi un año, pero no me entusiasmaba el relato del país de poetas y revolucionarios. Así que partí tras las huellas de los volcanes. Me parecía -aún me parece- que cada historia en Nicaragua tiene en su origen un volcán. Porque al Momotombo se lo culpa de que el Canal se haya construido en Panamá y no en Nicaragua: se dice que en el Congreso de los Estados Unidos la imagen de una estampilla con el coloso en erupción inclinó la balanza. Porque la Gritería chiquita, una fiesta católica, comenzó por una promesa que el Obispo de León hizo a la Virgen para que detuviese la erupción del Cerro Negro. Porque siglos después, el Cerro Negro erupcionó y varios de sus vecinos agricultores fueron evacuados al otro lado del país, donde no hay volcanes, para levantar pueblos donde las cosechas nunca se cubren de cenizas. Porque hoy, en las laderas del Cerro Negro las personas se deslizan hacia abajo, sobre la ceniza, en tablas de surf. Porque las huellas humanas más antiguas del país, las de Acahualinca, están ahí para mostrarnos que dieciocho personas caminaron en calma, en orden, con sangre fría, sobre lodo volcánico hace más de dos mil años. En Nicaragua escuché historias fantásticas. Como que todos los Chichigalpinos sueñan varias veces al año con la erupción del San Cristóbal. O que, si se sube al Mombacho, uno se encontrará con un lugar mágico. Unos dicen que es un jardín lleno de frutas deliciosas, que puedes comer, pero no te puedes llevar. Si osas intentar salir con una te perderás. Otros, que te encuentras con un hermoso y dócil caballo que te hace seguirlo hasta que te pierdes, y desaparece.

Hasta que Nicaragua erupcionó como un volcán y una nueva capa se sumó al libro. La metáfora del volcán seguía ahí, en los apuntes. El volcán como espejo. La erupción como violencia. Las fumarolas como aquella calma que va a dar paso a algo más.

En un par de días aterrizaré en Cartagena. Participaré en conversaciones sobre el ejercicio del periodismo en escenarios de censura y también sobre crónica viajera. Y también estaré en la deliberación del jurado de la Beca Michael Jacobs 2019. Entonces quedaremos a la espera del relato de un nuevo viaje. El de VolcáNica, crónicas desde un país en erupción (Debate), continuará en abril, cuando salga de imprenta.

Audios disponibles en el Hay Player

Escucha el conversatorio del Hay Festival Cartagena de Indias 2019 con Sabrina Duque y Santiago Gamboa en conversación con Daniel Samper Pizano, sobre la Beca Michael Jacobs.

Escucha el conversatorio del Hay festival Cartagena de Indias 2019 con Sabrina Duque, Luz Mely Reyes y Natalia Viana en conversación con Jaime Abello Banfi, sobre periodismo que resiste