¿Cuál es la memoria que debemos recuperar de nuestra historia?

Juan Esteban Constaín ha reconstruido la vida de Álvaro Gómez Hurtado, uno de los personajes clave de la política del siglo XX en Colombia. Desde que oyó a su abuela decir que era una “lástima que fuera tan inteligente”, a Constaín se le quedó grabado ese nombre en la memoria. Tenía siete años y su familia era de liberales, “demasiado liberales para mi gusto”, le dijo medio en broma a las doscientas personas que tenía al frente.

La conversación se concentró en un periodo específico de la historia colombiana, los años previos y posteriores a 1989, que fueron, según María Elvira Samper, “años muy agustiantes, pues no entendíamos los vasos comunicantes entre todas las violencias que de repente hicieron eclosión”. Como periodista de la revista Semana, llegar al trabajo, levantarse cada día y comprobar que seguían con vida, era razón de asombro. Las ventanas de los hogares estaban decoradas con un recuadro de cinta adhesiva, en caso de que la siguiente bomba explotara en la vecindad.

Más adelante en la vida Constaín volvió a encontrarse con la figura de Gómez Hurtado, esta vez a través de sus ideas y concluyó que “no se puede ser verdaderamente lúcido e inteligente para llegar al poder”, afirmación demasiado categórica para María Elvira –a pesar del sentido aplauso del público– que señaló los casos de estadistas brillantes como Alberto Lleras Camargo.

En solo una hora Samper y Constaín ataron una serie de sucesos que van de los años sesenta a la Asamblea Constituyente de 1991, gracias a las preguntas planteadas por Juan Lozano. Iniciaron con el bipartidismo de los años de La Violencia, en los que Laureano Gómez fue, para Constaín, “una figura irresponsable que atizó las brasas del odio”. Esa realidad le costó a su hijo Álvaro, quien fuera un soldado en las filas laureanistas, ser asociado como un flamante conservador dogmático por el resto de su vida.

De ahí que para Constaín sea importante retratar su figura con más complejidad. Pocos saben, por ejemplo, que les dio clases de marxismo a sus secuestradores del M-19, y que cuando lo liberaron, uno de ellos le dijo: “Doctor, ¡que vuelva pronto!”. Por sucesos como ese se dio también la coalición de Gómez con el M-19 cuando el grupo guerrillero se sentó en la mesa de la Asamblea Nacional Constituyente, con un tercio de la votación. Para los tres conferencistas ese hecho demuestra que la sociedad colombiana sí puede perdonar. La pregunta que flota en el aire hasta que Juan Esteban la formula es: "¿por qué con este proceso de paz nos está costando tanto?”.

 “Todos los colombianos –dice Constaín– debemos reestructurar los relatos con los que nos educaron, de lo contrario no podremos superar las venganzas”. María Elvira coincide con él cuando dice que “en la historia que nos enseñaron todos eran héroes” y vincula el argumento al presente al expresar que los relatos de las víctimas del conflicto nos están sirviendo para matizar la historia.

Pero Gómez Hurtado, dijo Constaín, murió frustrado. “Él creyó que iba a tumbar el régimen. El régimen para él era la desnaturalización del bien común”. Su famoso y recordado acuerdo sobre lo fundamental: no nos matemos más.